Octubre 2015
Cuando yo
no estaba bien, Barcelona era una ciudad estresante.
Personas
que van deprisa, que se atropellan, que se precipitan, que no me ven, que me
hacen sentir pequeñita, insignificante, huérfana, solitaria...
Barcelona, un laberinto en el que me perdía
siempre. Yo me sentía como una cucaracha más de cualquier alcantarilla que se asoma sin
saber lo que busca y corre un rato antes de volver a entrar en la cloaca.
Barcelona olía a humo de tubo de escape. El centro de la ciudad era un gran
hormiguero de personas, un gran escaparate comercial que más que sugerir, grita. Y un
cúmulo de luces, de ruido, de ratas voladoras, de tráfico y de edificios monstruosos que te miran mal...
Me fui: Estoy
harta de vivir aquí. Barcelona no me gusta. Es mejor el campo, es mejor un
pueblo, es mejor otra ciudad, es mejor otro país... No es mi sitio.
Mentira.
Cuando yo
estuve bien, Barcelona fue una ciudad maravillosa.
Personas
de todas las razas que se mezclan y se adaptan. Siempre hay alguien con quien
conectar, siempre hay algún sitio en el que encajar, SIEMPRE hay cultura por
descubrir.
Barcelona es mil posibilidades. Es para todos. Sus calles
casi siempre soleadas ofrecen un espectáculo diferente cada día. Es un parque de
atracciones en el que todo tiene cabida. Hay bosques ocultos, como paraísos, con lagos y música y malabaristas...
Barcelona huele a mar, y
ahora yo soy un pajarillo que vuela hasta la orilla y se moja las patas unos
instantes, antes de volver a echar a volar.
He vuelto
para quedarme: Barcelona me gusta. No es peor que el campo, ni que un pueblo,
ni que otra ciudad, ni que otro país. Es mi sitio.
lo que percibo soy Yo, en cada
momento
No hay comentarios:
Publicar un comentario