lunes, 15 de febrero de 2016

Una hora corta

                                                                                                                                         Febrero 2016

Todo el mundo me decía, “que tengas una horita corta”.

La noche del 1 de Febrero empecé a soltar el famoso tapón mucoso… y me fui a dormir. Me desperté a las 4 de la madrugada como últimamente me pasaba cada día y me senté en el sofá a untar galletas Digestive con Nocilla y a quedarme empanada delante de la telebasura.

Durante toda la mañana del Día 2 seguí expulsando tapón. Me habían dicho que eso no significaba el inicio del parto pero yo ya empecé a sospechar (semana 40.3), y a medio día empecé con contracciones cada 5-6 minutos. No muy dolorosas, pero seguí sospechando...  Casi a las ocho de la tarde rompí aguas y nos fuimos tranquilamente al hospital, después del episodio apasionado típico de  casa de mis suegros.

Como me habían hablado muy bien del hospital de Sant Joan de Deu de Esplugues, quise ir a ese en vez de al que me tocaba por el pueblo en el que estamos viviendo, y allí que me planté.

Uno de mis miedos al parir era el de encontrarme una atención deshumanizada o de personas que “tienen un mal día”, algo que cuando pasa en el ámbito de la sanidad me toca la fibra más sensible y me pone de muy mala leche… Pero desde el primer momento fueron muy amables, respetuosos y profesionales, y me trataron con mucha atención y cariño. A veces eso es lo que más necesitas por su parte.

Me ingresaron y me dijeron que durante la noche, cuando las contracciones fueran muy seguidas o muy dolorosas, avisara para ir a la sala de partos. Pero la noche pasó con contracciones irregulares, y no pude dormir de los nervios y oyendo al bebé de la habitación de al lado llorar como un poseso.

Día 3.

Esa mañana me tenían que llevar a la sala para ver si la cosa iba mejor. Pasé el día esperando y contemplando a mi madre y a mi suegra sentadas en el sofá con sus móviles, dando el parte a la familia y cuidándonos a mi novio y a mí. Por fin vinieron a buscarme a medio día. Cuando me hicieron el tacto vieron que solo había dilatado 2 cm. Me volvieron a subir a la habitación y me pusieron una medicación que intentaría reblandecer el cuello del útero, una especie de tampón.

Aquello ayudó un poco y ahí empezaron las contracciones dolorosas. Estuve toda la tarde aguantando y dando paseos por el pasillo con Ori para ayudar al proceso… y al final de la tarde nos despedimos de la familia, que estaba ya toda al completo en la habitación, y nos llevaron a Ori y a mí a la sala de partos para empezar a parir… pero nada había cambiado.

Así que me llevaron de vuelta a mi cuarto porque querían esperar un poquito más a ver si se desencadenaba de una vez el proceso (y porque tenían las salas de parto a tope y estaban colapsados).

Nuestra familia se quedó “pastamoniato”, como dice mi suegra, al vernos volver, y les conminé con un "si me quereis, írse" a que se fueran a casa porque ya el dolor era muy incómodo y necesitaba descansar; esto se estaba alargando demasiado… Como ya habían pasado 24 horas desde la rotura de la bolsa de aguas y eso era peligroso para el bebé, me metieron antibiótico por vía.

Esa noche fue una tortura. Los dolores eran muy intensos y muy seguidos. En una de las contracciones expulsé el medicamento (el tampón). Ori llamó a la comadrona y cuando llegó yo estaba histérica ya…

La joven me hizo un tacto (otro más) con el que me hizo muchísimo daño. Grité tanto que vinieron corriendo dos enfermeras más a la habitación… todo apuntaba a que por fin había llegado el momento. Pero la comadrona me dijo que seguía sin dilatar, que tenía que esperar, que me lo tomara con calma. En ese momento lo ideal hubiese sido que me provocaran el parto, pero tenían Urgencias a tope y como me habían chutado el antibiótico yo podía esperar. Me pusieron un “calmante”. Y esperamos… otra larga noche.

Día 4.

Tras horas de espera y sin ser capaz de comer nada me vinieron a buscar para llevarme al paritorio, y si era necesario, por fin, provocarme el parto. Las contracciones eran un poco menos dolorosas, lo cual parece reconfortante para mí, pero me hacía pensar que íbamos para atrás…

Otro tacto. Y ya había dilatado un poco más, pero no lo suficiente, así que empezamos con las dosis de oxitocina, poco a poco… y a esperar. Estuvimos unas horas aguantando el dolor. Las respiraciones profundas fueron de gran ayuda durante todo el proceso. El observar el dolor sin fundirme en él, como había aprendido con las meditaciones… pero como tenían que ir subiendo la dosis de oxitocina, que es algo más brusco, y ya había dilatado lo suficiente para la epidural, pedí que me la pusieran y en ese momento fue la gloria. Así pudimos estar unas horitas más tranquilos, yo aguantando las contracciones y los tactos sin dolor, y también los nervios y el cansancio que llevábamos los dos encima. Incluso me quedé medio dormida un rato por fin. 

Y llegó la buena noticia. Sólo falta 1 cm. Me hicieron empujar a ver qué tal. Bien. Nos dejaron solos un poco más a ver si llegaban los 10 cm. 

En ese ratito mandamos unos watsaps a la familia diciendo que ya faltaba menos. Nos animamos un poco. Llegó la comadrona y me hizo un tacto. 10 cm. Otra vez vamos a empujar. Yo con la epidural no notaba nada. Era una sensación desagradable la de apretar sin sentir, y se ve que lo estaba haciendo muy bien y tal y cual… pero al final la comadrona me hizo parar y fue a buscar a otro médico. El bebé no estaba bien encajado. Hubo un largo rato horroroso con una fusión de tactos con empujes en el que intentaban poner al bebé en la posición correcta mientras yo apretaba con todas mis fuerzas. Mi novio me animaba sin parar y las enfermeras me ayudaban a poner el cuerpo de la mejor manera posible para colaborar… hasta que paramos. Se ve que el útero estaba ya loco de llevar dos días que si contracción que si descanso que si oxitocina… y ya no sabía lo que se hacía. Volvía a estar de 9 cm.

Yo ya quería llorar. Esperaba una solución milagrosa. Sabía que la cesárea o los fórceps eran las únicas alternativas, y ninguna  de las dos me gustaba. Con todo lo que ya había pasado no quería acabar así, pero ya no podía más.

Pues me hicieron esperar. Me dijeron que descansáramos una hora y que volverían a empezar a ponerme oxitocina y epidural y lo volveríamos a intentar. Lo hicimos.

Después de esa hora y más chutes volvimos al proceso anterior, con más médicos en la sala. Yo ya con tanta epidural no sentía que hiciera nada pero la sensación de intentar apretar era muy angustiosa. El médico paró y nos dijo que tenía que ser cesárea.

Más chutes y más chutes.

A las 22.09, me sacaron al bebé. No voy a explayarme en la experiencia de la cesárea, que fue lo más horrible que he vivido en mi cuerpo. Quizá si se hubiese hecho en otras condiciones hubiese sido una intervención normal, aunque no deseada para nada, pero yo ya estaba al límite del agotamiento, había pasado muchas horas sin comer ni dormir, y estaba desesperada por tantos malos ratos, preocupada por mi bebé y por mi pareja, a la que vi sufrir como nunca lo había visto... estaba derrotada. Solo quiero anotar, porque quiero recordar, cómo hacia el final de la operación se me puso la mandíbula en máxima tensión, engarrotada y temblando a mil por hora, al igual que mis brazos; parecía la niña del exorcista. Yo intentaba respirar profundo y relajar, pero siendo esto imposible cerré los ojos y me dejé sentir… respirar… esperar… un tiempo que se hizo eterno... hasta que los abrí en una camilla, en el rincón de una sala. Al lado mío había una cama en la que estaban Ori y Arnau, piel con piel. Yo apenas podía verlos girando el cuello. Aún no había podido verle bien la carita a mi bebé.

Me dijeron “cuando puedas mover las piernas os subimos a la habitación”. Y yo que estaba deseando subir estuve un buen rato allí, porque como dijo la enfermera “te habrán puesto una dosis de caballo” (No me digas....) Muerta de pecho para abajo es como estaba yo en ese momento. Es otra de las sensaciones más feas que he no-sentido. Supongo que quien haya sido operado con tanta anestesia sabe a qué me refiero.

Al final me pusieron al niño en el pecho y nos subieron en la camilla a la habitación. Allí estaba toda la familia esperando para ver por fin a su nuevo miembro.

Por el relato puede parecer que el servicio médico no actuó bien, pero yo creo que fue todo un cúmulo de mala suerte, decisiones que podían salir bien o no… y se hizo lo que se pudo, quiero pensar. Yo estoy muy contenta con el trato recibido en el hospital (aunque en la cesárea no eran tan majos y me dio un poco de rabia que estuvieran contándose chismorreos encima de mí como si estuvieran en la carnicería…) a pesar de que nos dieron el alta un día y medio después del parto, que por lo que tengo entendido es muy pronto si ha sido cesárea… Yo me hubiese quedado algún día más por necesidad. Pero al final una se apaña como puede.

Quiero agradecer a nuestra familia todo lo que nos cuidaron durante esos días y los que están viniendo después, que también están siendo duros, y sobre todo a mi novio, Ori, que estuvo conmigo 100% durante todo el tiempo y que es lo mejor que me ha pasado en la vida. No tengo palabras para explicar cuánto le quiero. Y ahora también a nuestro pescaíto, Arnau.


No voy a desear horas cortas. Voy a desear que salga como tenga que salir, pero que salga. 
Somos fuertes y merece la pena. 

Momento piel con piel.

lunes, 1 de febrero de 2016

40 semanas

01.02.16

Datos para mí misma:

El Sábado día 30 de Enero cumplí. Pero nada... Y ahora me hacen esperar una semana más y me provocan el parto. El día 8.

Síntomas de esta última semana: cansancio, dolor corporal, insomnio, hambre, mucha hambre, sensibilidad a flor de piel, tricotilomanía...

Necesito unas buenas sesiones de Shiatsu y danzaterapia... cómo lo echo de menos y cómo se nota que no lo practico. El cuerpo se vuelve perezoso, quejica, dejado... estoy negada total.

Empecé el embarazo con 55,6 kg y ahora estoy en 73 kg, Mare meua...

Durante el embarazo he tenido épocas en las que me preocupaba el parto, me daba miedo. A día de hoy no le tengo ningún miedo...¡estoy deseando que se desencadene!

Estamos buscando piso en Barcelona. Hemos encontrado uno que nos gusta mucho en Sant Adrià del Besòs. A ver qué pasa...

Me apetece mucho comer chocolate. Voy a ello.

N.